9.22.2005

la oveja, la oveja....

bajo los puentes del nervioso suburbio dormita la oveja negra, se ha deshecho en el alma, se ha recogido en el susurro de neones y motores, en el trajín de almohadas de cemento, la jornada que se sumerge tras los andes, le ha cedido siete lapsos buenos, siete para negar, tres pucheros de jarilla, tres rincones sin apreciar, dos caminos hacia adelante y dos hacia atrás, la oveja sueña ahora con praderas de luna, con ríos de miel y sal, los taxistas de terminal hora perciben sus sueños al escaparse y montar rascacielos hasta licuarse con sus cielos de cordillera natal, de peregrina libertad, la oveja recuerda lo que la trajo hasta aquí, lo que la arranco de sus campos, del arroyo que le enseñó a nadar, por lo que a tornado montura en taxi, agua clara en lavabo de cristal, guarda de esos tiempos su cruz oxidiana y algo en las entrañas que no puede olvidar, la oveja calma sus tardes en los cerros de la gloria, desde allí la ciudad parece fundirse con el cielo en un océano de estrellas, la oveja imagina que de las acequias surge un buen pastor que la guíe en humano sendero, que le enseñe a volar, hacia barrancos solitarios, donde el eco del viento se duerme justo en el portal de ese corral de pirca que la vio diluirse un día al despertar